Consumo responsable de naranja

El mercado nos acostumbra a pagar más por los frutos más grandes. Este sobreprecio no aporta nada en calidad nutricional o sabor. Normalmente las naranjas de mayor tamaño se usan para mesa y las pequeñas para zumo. No son naranjas distintas, ni se recogen de distinto árbol. Se clasifican en el almacén, separándolas por tamaños. A veces entre las de zumo hay naranjas que, por su aspecto se rechazan para mesa, aunque sean grandes. Si tienen pequeñas motas verdes o rojas en la piel es porque ha habido mosca que provoca pequeñas heridas. No afectan a su calidad nutricional o su sabor, pero “el mercado no las quiere”. Para evitar esas pequeñas motas, se aplican enormes cantidades de insecticida que queda en el fruto. Eso sí afecta a la calidad nutricional pero, como no se ve, “el mercado lo prefiere”.

Cada campaña es distinta. El año pasado hubo naranjas de gran tamaño. Éste, son más pequeñas. El número de flores que fructifican (dependiendo si hiela o no) determina el número de naranjas. Cuando la flor ha sido abundante, el árbol da más frutos pero no crecen tanto. Muchos agricultores pagan peonadas en agosto para aclarar (quitarle fruto) y que engorde más el resto. Además de enormes costes en salarios, es un despilfarro contra la naturaleza.

Cuando están en su sazón de maduración, zumo y dulzor, las naranjas empiezan a cosecharse. En las primeras semanas, la cáscara aún tiene un color verdoso (si no se someten a maduración artificial) y contienen mayor proporción de ácido cítrico lo que le da un cierto punto agridulce. No están tan dulces como en plena temporada, pero contienen propiedades beneficiosas. El ácido cítrico es un antioxidante, conservante natural muy buscado en las frutas y verduras por combatir la oxidación de células a la que nos somete la exposición a tóxicos y radiaciones ionizantes, frecuentes en sociedades tan tecnificadas como la nuestra.

La campaña de naranja es muy amplia, de octubre a mayo. Después de esa fecha, empiezan las frutas de verano que se prolongan hasta principios del otoño. Reclamar al mercado naranjas fuera de temporada es apostar por importarlas de países más al Sur, promover un sobre coste energético en su transporte y enfeudar dichas tierras para un consumo de lujo y no para la alimentación básica de sus habitantes. Si queremos un consumo responsable de naranjas, debemos acompañar a los árboles en su proceso, desde la naranja temprana a la tardía, y en sus condiciones naturales, sin costes innecesarios para la naturaleza y los agricultores. Ambos nos lo agradecerán.

Pilar Galindo

 

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